FLANNERY O´CONNOR. CUIDADO CON LO QUE DESEAS

He comentado muchas veces que, una vez que el mal está hecho, lo más importante sería encontrar los errores que nos han traído hasta aquí.

Porque está claro que se han cometido muchos, y se siguen cometiendo, y que sin una doctrina sana no saldremos del pozo. Entre otras cosas, porque hay que asumir que «sin Cristo no somos nada» y, por tanto, la infidelidad a su palabra no será premiada.

Una de las cosas que llama la atención es como católicos bien formados, de una fe profunda y, parece, entendiendo determinadas doctrinas, digamos novedosas, las acogían con gusto.

Hablo en este caso de Flannery O´Connor, de quien nadie podrá poner en duda su gran amor por la Iglesia, la manera tan bella de exponer la doctrina católica en un ambiente hostil y quien, sin embargo, vio con simpatía autores más que dudosos.

Reproduzco algunos fragmentos de sus cartas donde, a pesar de ser consciente de las ideas de estos autores no deja de manifestar un entusiasmo tremendo.

KARL RAHNER

A Janet McKane                                                             17 de mayo de 1963

El buen Brentano cumplió la semana pasada con el libro que había pedido antes de Navidad: On the Theology of Death de Karl Rahner. Es fabuloso, pero muy difícil de leer. Leo cada frase tres o cuatro veces, y luego me cuesta conectarla con la siguiente. Pero de vez en cuando hace mella.

A Janet McKane                                                             30 de junio de 1963

Lo que estaba leyendo era The Theology of Death (Karl Rahner). Lo terminé, pero podría leerlo una vez al año, y aún no sabría exactamente qué dice…

Nota: Aquí vemos su opinión de Rahner. De entrada, dice nada menos que «es fabuloso» para, mes y medio más tarde, decir que el libro no se puede entender. Lo que parece quedar claro es que, de entrada, ya había una propensión a la novedad y, este autor, ciertamente lo era.

Rahner y compañía se parecen a los «artistas» modernos. Es muy difícil entablar un debate sobre algo cuando no se sabe siquiera qué se quiere representar (el artista) o decir (el filosofo o teólogo). Yo, personalmente, este tipo de manifestaciones las miro con mucha desconfianza. Cuando algo que era perfectamente entendible deja de serlo porque alguien posee un «conocimiento especial» que para ti queda vedado suele revelar más a un charlatán que a un genio pero…

Aquí, una escritora inteligente, con criterio y formación parece no atreverse a decir lo que parece obvio tras su segunda carta y que sería algo así como «¡qué coñazo de tío!». No en vano, Rahner ya era en ese momento el pope del Concilio.

KÜNG Y LA ALIANZA DEL RHIN

Al Padre J.H. McCown                                                  22 de noviembre de 1962

No he oído a los Gossett hablar de ningún libro. Sugería que si estaban interesados en el concilio, leyesen el libro de Hans Küng. Creo que el concilio es fabuloso, pero tengo que vigilarme o no rezo por el concilio, rezo por esos franceses y alemanes, el buen cardenal Achille Lienart y su equipo.

Nota: Küng ya sabemos como ha terminado, fuera de la Iglesia por voluntad propia. En cuanto a Lienart, poco que añadir. Él y su equipo triunfaron plenamente en el Concilio. A mi generación le ha tocado recoger «los frutos» de ese triunfo. Añadir que Lienart aparecía en la lista Pecorelli de eclesiásticos pertenecientes a la masonería.

Pero llama la atención la adhesión tan temprana a la denominada «alianza del Rhin» por parte de O´Connor.

Está claro que Evelyn Waugh caló mucho más profundamente a Küng, de quien decía con la acidez que le caracterizaba «A pesar de su apellido no es chino, sino centroeuropeo, un heresiarca que en tiempos mejores hubiese perecido en la hoguera».

TEILHARD DE CHARDIN

A Cecil Dawkins                                                               23 de diciembre de 1959

Tu reflexión sobre la iglesia está hecha desde la perspectiva de una especie de sociología ética. La juzgas de acuerdo con tus propias proporciones, quieres conformarla a lo que puedes conocer y entender, y sobre todo quieres que te deje en paz n tu vida personal. Además, la juzgas estrictamente por su elemento humano, por católicos faltos de imaginación y medio muertos que se sorprenderían de conocer la naturaleza de lo que defienden en fórmulas. El milagro es que la doctrina de la iglesia se conserve pura a través de esa gente y a pesar de esa gente. La naturaleza no prodiga genios y la iglesia tiene que arreglárselas con lo que la naturaleza le da. A los once años te encuentras con algún viejo sacerdote que te llama hereje por preguntar sobre la evolución; por aquel entonces más o menos, Theilhard de Chardin, s.j., está en China descubriendo el hombre de Pekín.

Para “A”                                                             2 de enero de 1960

Dime cuándo tienes tiempo para leer el libro de Theilhard y te lo enviaré. Es difícil de leer si no sabes nada de química y bilogía, y yo no sé nada, pero según vas leyendo, estimula mucho la imaginación…La reseña reimpresa en el Davenport Messenger sugería que conviene darse prisa en leerlo antes de que lo incluyan en el Índice, lo cual supongo que no será para reprochar nada especial al libro o al padre Theilhard, sino simplemente para sofocar las herejías que pueda generar.

Al Doctor T.R. Spivey                                                    16 de marzo de 1960

Existen paralelos sorprendentes entre Jung y Theilhard. Ambos tienen una visión evolutiva, pero Theilhard cree que la iglesia cumple un objetivo en el proceso evolutivo que Cristo completará al final de los tiempos.

Al Doctor T.R. Spivey                                                    9 de abril de 1960

Esta es una edad científica y la intención de Theilhard es enfocarla hacia Cristo.

Para “A”                                                             4 de febrero de 1961

Después de leer ambos libros, dudo que su obra sea colocada en el Índice, aunque creo que algunas personas que se basan en su pensamiento y lo distorsionan pueden provocar que algunas de sus propuestas sean condenadas. Yo creo que era un gran místico. El segundo volumen complementa el primero y te hace ver que, incluso si existían errores en su pensamiento, no los había en su corazón.

A Roselyn Barnes                                                           4 de agosto de 1962

El monitum de Teilhard era desalentador al principio, pero no después de pensarlo. Algunos dicen que este método sustituirá al Índice, lo que será algo importante. Una advertencia sobre T. es necesaria porque su obra es incompleta y no está clara en el tema de la gracia –por lo visto, a la luz de sus ideas, se puede inferir la idea de que la gracia surge desde abajo en vez de desde arriba-. Por supuesto, no creo ni por un instante que ésa fuera la idea de T…

A Janet McKane                                                             25 de febrero de 1963

Teilhard habla de las “pasividades de disminución” en El medio divino. Se refiere a todas esas aflicciones de las que no puedes librarte y has de soportar. De las que te puedas librar, cree que debes hacer cualquier esfuerzo para hacerlo. Creo que era un gran hombre.

A Janet McKane                                                             17 de mayo de 1963

Me gusta la idea de Teilhard de la misa sobre el mundo.

A Janet McKane                                                             30 de junio de 1963

Estoy leyendo otro libro sobre Teilhard, de un episcopaliano. Es verdaderamente bueno. Me gustaría prestártelo cuando acabe, si te interesa. Es un libro que quiero conservar para la biblioteca que estoy haciendo. Cuando muera voy a cedérsela a la biblioteca de la ciudad, una buena colección católica para una ciudad protestante. Una cosa muy interesante en este libro es la actitud de Teilhard hacia la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Por lo visto, era un foco para sus ideas, aunque le causaba náuseas la forma de representarlo en la devoción popular. Siempre he pensado que es una pena que esta devoción al Sagrado Corazón no pueda expresarse de algún modo que no sea mera piedad sentimental.

Al Padre J.H. McCown                                                  21 de marzo de 1964

El escritor más importante de obras no ficticias es Teilhard de Chardin s.j., que murió en 1955, y hasta ahora ha escapado al Índice, aunque se ha dado una advertencia respecto a él. Si son buenos, son peligrosos.

Nota: Tal vez, lo más revelador sea lo que comenta de Theilhard. Ella misma ve un problema en las ideas de Theilhard sobre la gracia, nada menos, pero las despacha sin darles ninguna importancia «no creo ni por un instante que ésa fuera la idea…», aunque sí se lo parece.

También queda claro que no está segura de la ortodoxia de su pensamiento, pero tampoco le da especial importancia, al contrario de lo que siempre ha hecho la Iglesia. Por eso dice «incluso si existían errores en su pensamiento, no los había en su corazón».

A mí, personalmente, me ha llamado mucho la atención todo esto. ¿Cuál era la razón de este gusto por la novedad en Flannery? ¿Puede que una sensación de hartazgo por lo que podríamos denominar catolicismo conservador? ¿catolicismo al que veía como muy obtuso y cerril, más presto en excomulgarte que en explicarte?

No lo sé, es una teoría, eso parecen reflejar algunos de los párrafos reproducidos como el del «viejo sacerdote» o el del «Corazón de Jesús». A mí me han llamado mucho la atención estas cartas, la verdad, y sin compartir, para nada, los entusiasmos de Flannery me han hecho reflexionar sobre este punto, ¿Qué te puede llevar a inclinarte por este tipo de autores? Porque está claro que los problemas de lo que decía lo captaba totalmente.

Un misterio.

Capitán Ryder

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