CINISMO COVIDIANO

La Iglesia se ha especializado las últimas décadas en un poner un trono a las causas y un cadalso a las consecuencias.

La búsqueda de un constante equilibrio entre todas las corrientes que en ella habitan y la de querer decir sin molestar a nadie le llevan a discursos absolutamente esquizofrénicos donde todo el mundo encuentra aquello que busca pues se puede encontrar en ellos una cosa y la contraria.

Con Francisco esta situación ha sido llevada al límite al ser un Papa, como ya hemos dicho en otras ocasiones, en domina un discurso puramente ideológico-político.

La «crisis» sanitaria no podía ser una excepción. Desde el principio se alineó con el discurso que emanaba de la ONU hasta el punto de suspender y cerrar las iglesias durante meses. En alguna ocasión incluso ironizó sobre los sacerdotes que habían desafiado la situación para estar cerca de sus feligreses. Le parecía un punto ridículo.

Es decir, por un lado acepta y promueve los encierros más radicales, con la separación/fragmentación que supone especialmente para los más débiles, y por otro se queja de la soledad en la que viven y mueren muchos durante estos meses.

Lo mismo puede decirse de las repercusiones económicas. En el mundo actual, para bien y para mal, funciona un modelo económico complejo donde un parón brusco de la actividad económica tendría unas repercusiones terribles. No había que ser muy listo para verlo. Tampoco había que ser especialmente preclaro para saber que eso tendría unas consecuencias especialmente duras para los sectores menos favorecidos, para los que tienen un trabajo más precario.

Pero los análisis complejos están vedados hoy en día en la Iglesia. Lo que prima es el discurso bienintencionado, el estar a favor de todo y en contra de nada, como si eso nos hiciese peores.

Luego está el tema, y este sí que es individual, de cómo se ha comportado cada empresario, cada trabajador durante esta crisis.

Hace unos días, con un cinismo difícilmente igualable, al recibir a los miembros de la Asociación Italiana de Químicos del Cuero el Santo Padre reflexionaba «Muchos trabajadores y trabajadoras y sus familias viven situaciones  difíciles, agravadas por la pandemia. Pero la pandemia no puede ni debe convertirse en un pretexto para justificar omisiones en materia de justicia o seguridad. Por el contrario, la crisis puede enfocarse como una oportunidad para crecer juntos en solidaridad y en la calidad del trabajo».

Curioso, dado que Infovaticana informaba el 4 de octubre de 2021 que el Papa había impuesto la vacunación obligatoria para todos ellos. Seis no estaban conformes con la medida pero, finalmente, tres de ellos habían accedido debido a la coacción y los otros tres habían abandonado su trabajo.

Solidaridad de la buena, de la que nos hace crecer juntos.

El único motivo por el que hoy puedes perder tu puesto de trabajo en el Vaticano es por no estar vacunado contra el Covid. Cualquier otra cuestión es irrelevante. También la de obligarte a recibir una vacuna que no deseas. Harvey Weinstein versión vaticana. El primero pedía favores sexuales a cambio de promocionar actrices, los segundos despiden trabajadores por negarte a vacunarte de una vacuna un tanto peculiar.

Hubo un tiempo en que la Iglesia predicaba que había 4 pecados que clamaban al cielo:

1- Asesinato

2-Sodomía

3-Opresión a los pobres, especialmente las viudas y huérfanos.

4-Retener/estafar su salario al obrero

Parece que los dos últimos estarían en el alero si se trata de seguir los mandatos de la ONU.

Tres trabajadores fueron despedidos, a otros tres les chantajearon para hacer lo que consideraban moralmente malo obligados por según qué circunstancias, y nadie alzo la voz en el Vaticano.

El papado de la misericordia nos dicen que es.

Capitán Ryder

 

Tres guardias suizos abandonan el Vaticano por no querer vacunarse

 

 

 

 

 

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